Cuanto más nos miro, más complicados parecemos. A ti, a mí, a todos. Complicados en el despertar y al irnos a la cama. Complicados y plagados de errores inconscientes.

Más difíciles según el tiempo y la circunstancia. Complicados en nuestra complejidad que a veces nos obliga a abrazar a alguien para hacerle sentir bien sin que sepamos lo que le sucede.

Qué difícil resulta querer a alguien complicado, cuando para difíciles nos sobramos solos. ¡Qué complicado es todo! Y qué fácil puede ser quererse sin más.

No. No siempre con solo quererse basta. No basta quererse fácil ahora, sin aceptar que podemos querernos más difícil más adelante. No. No tiene que ser para siempre: no sabemos cuán difíciles seremos tú y yo mañana, la próxima semana o en veinte años. Pero sí. Sí que basta ahora pensar que ahora mismo quiero que los planes lleven nuestro nombre. Más fácil o complicado, pero a tu lado.

Cuanto más tiempo más complicados, más sencillos y menos en la orilla. Cuanto más lejos, más fuerza hace falta para mantenerse a flote. Cuanto más nadamos, más fuertes y experimentados para que de complicados seamos posibles.

No basta solo quererse. No solo quererse basta. Pero sin quererse no vamos a ninguna parte. Y quererte, quererte, te quiero en todos los lugares. Sé que somos difíciles: tú, yo y todas las personas con las que alguna vez he hablado. De difíciles que somos, siempre somos complicados. Y poco de lo que vale la pena se consigue sin dolor de cabeza.

Sé que solo quererse no basta, aunque te quiera un mundo. Pero cuando más complicado me veas, recuerda que te quiero todo eso. A lo mejor no basta en el momento, pero no lo pierdas de vista. Porque cuanto más difícil me vea en el momento, más necesitaré volver al origen, que es quererte complicado y nuestro.

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